La ruta de la certeza

Un desvío que me devolvió la vida...

Iba de camino a un retiro anti-estrés, una inmersión en ecología profunda.
Google Maps decía 1 hora y 15 minutos.

Era la primera vez que me dirigía directa al punto exacto, una vereda donde nos encontraríamos con el facilitador y el grupo del día.

Eran las 6:45 a.m.

Yo iba al volante, Analiz era mi copilota.

Ya conocíamos el lugar, pero la vez anterior habíamos dejado el carro en un punto intermedio y tomamos un taxi.

Esta vez quisimos confiar. Solo seguir la ruta de Don Maps. Íbamos bien de tiempo. Era un domingo nublado.

Llevo poco viviendo en este pueblo.

Aún no me ubico del todo.

Pero pensé:

—¿Qué puede pasar? Si Google nos guía, vamos.

Nos empezamos a adentrar por un camino lleno de charcos.
La neblina lo cubría todo.

No había casas, ni personas. Solo monte, tierra húmeda y una sensación extraña en el pecho.

Estábamos alto, muy alto en la montaña.

Pensé que era una ruta más directa. Pero cuanto más avanzábamos, más aumentaba el tiempo estimado en el GPS.

Ahí fue cuando mi sistema nervioso se activó.

Mis manos empezaron a sudar.

Mi respiración se volvió más corta.

El cortisol se disparó.

Empezaba a entrar en estado de alerta.

Le pedí a mis ángeles express que me ayudaran a ver con claridad si ese no era el camino…

Y en ese instante… el camino se terminó.

Ya no había más.

Solo una trocha estrecha, rodeada de señales de advertencia, sin espacio para girar fácilmente.

Apagué el motor.

Miré a Analiz.

Y le dije:

—¿Y ahora qué hacemos?

Silencio.

Solo el sonido de nuestra propia inquietud.

Mi carro es pequeño.

No tengo tanta experiencia manejando.

Y en temas de mecánica… cero.

Estábamos en un punto sin salida, sin señal, y con esa sensación de: esto no puede estar pasando.

(Nota importante: aprender lo básico de mecánica y siempre llevar a la mano los números correctos de asistencia)

Y entonces, cuando parecía que el GPS nos había dejado en el olvido, cuando el escenario parecía diseñado para colapsar…

Tres ciclistas aparecieron.

De la nada. Como bajados del cielo.

Justo cuando ya no había a dónde seguir.

Justo cuando más necesitábamos una salida.

¿Qué posibilidad había de que eso sucediera? Estábamos en un terreno minero. Sin paso. Sin presencia humana. Y aun así… ahí estaban.

Tres chicos. Tres ángeles con casco y bicicleta. Desde que los vi, lo supe.

Me invadió una emoción profunda. Sentí una ola de oxitocina recorriendo mi cuerpo. No era miedo, era… una certeza brutal de que todo iba a estar bien.

Ellos fueron delante. Abriendo paso. Guiándonos. Yo, muy despacio, fui girando el carro. A veces patinaban las llantas. A veces se hundían en el barro.

Pero no entré en pánico. Mi enfoque se afiló. Mi sistema límbico se calmó. Estaba completamente en el presente.

Estaba agradecida.

Estaba en paz.

Y salimos. Sin daño. Sin drama. Solo con un gran aprendizaje.

Porque si algo comprendí ese día es que cuando cambias tu frecuencia, cuando sintonizas con la gratitud profunda y la certeza, el cuerpo responde. La vida responde.

Todo se organiza a tu favor.

Pero si dudas… si dejas que el miedo invada tu campo, empiezas a desconectarte de esa guía interna.

Te dispersas. Te hundes… emocional, energética, y físicamente.

Hoy agradezco ese desvío.

Fue más que un error de ruta.

Fue una iniciación.

Una prueba de confianza.

Y si estás leyendo esto, quizás también sea un mensaje para ti: ¿Qué frecuencia estás sosteniendo en los momentos en que “parece” que todo va mal?

Porque lo que vivimos, lo que sentimos, lo que manifestamos… siempre empieza por la frecuencia que elegimos habitar.

Y recuerda: A veces los ángeles llegan en forma de ciclistas.

Pero tú tienes que estar en la sintonía correcta para verlos.

Pronto un nuevo articulo!!!

Si ya eres parte de Portal Afinate nuestra membresía, puedes leer el libro: pon el cielo a trabajar, en la sección de Dimensiones literarias.

también...

Te invito a escuchar mi canción CALMA y entres en esta frecuencia:

Escuchar CALMA